Crear una Startup y Venderla. La historia de Ducksboard contada por su fundador

Quién de nosotros no tiene 2-3 ideas geniales a la semana que nunca llegará a materializar por diversos factores: desconocimiento de la materia, falta de presupuesto, falta de asesoramiento, etc etc…?

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Entre 2011 y 2014, un grupo de jóvenes materializó un sueño, y fueron adquridos por un pez más grande.

Esta es la historia de Ducksboard una aplicación para agrupar métricas web de una manera limpia e intuitiva, para crear informes y tomar decisiones estratégicas con ellos.Hoy por hoy, sería algo normal, pero en 2011 fue una gran idea que Newrelic company, supo ver.

En su propio blog,  Aitor Guevara, co-fundador de Ducksboard nos cuenta todo, espero que os sirva, porque es inspirador…

Extraído de: http://blog.aitorciki.net/2014/10/13/ducksboard-a-la-sorkin/

Ducksboard, a la Sorkin

Se lleva hablando largo tiempo de un nuevo biopic sobre Steve Jobs. No el despropósito del Kutcher, algo de mucha más enjundia, en principio. Y digo en principio porque sabiendo quién está detrás del guión, sólo puedo ser optimista. Aaron Sorkin puede no sonaros así en frío, pero si os digo que ha guionizado Algunos Hombres Buenos, El Ala Oeste de la Casa Blanca, o (más cercana a éste nuestro mundillo) La Red Social, entenderéis que no es precisamente un aficionado.

De lo poco que se sabe de la cinta en cuestión, lo más llamativo es la aproximación que Sorkin va a tomar para explicar el personaje. Lejos de la clásica fórmula de entremezclar cuantas más situaciones mejor a lo largo de la vida de Jobs para dar una visión lo más panorámica posible, Sorkin quiere centrarse en tres únicos momentos. Tres acontecimientos muy concretos, que cree pueden ilustrar con la profundidad necesaria la complejidad del sujeto: los momentos previos a tres presentaciones de producto de las que lanzaron a Jobs al estrellato. Las famosas keynotes que le han elevado al grado de icono moderno. Con sólo acompañar a Steve durante esos episodios puntuales pero definitorios, Sorkin cree poder captar y transmitir su esencia. Me parece genial.

Con la reciente adquisición de Ducksboard por parte de New Relic (¡vamos!), se me ha ocurrido homenajear a Sorkin haciendo uso de su fórmula. En Ducksboard hemos pasado por todo tipo de situaciones durante cerca de cuatro años, buenas y malas, pero voy a tratar de resumir este viaje en tan sólo tres episodios. Tres momentos vívidos en mi memoria que representan lo que el Pato ha sido para mí. Espero que lo disfrutéis, porque aquí va un cacho importante de mi vida.

Madrid, marzo 2011

Patoplex

Miércoles 16, para más señas. Todavía hace frío en Madrid. Llevamos dos meses encerrados en el ático de Diego, el Patoplex original, trabajando en el primer prototipo de Ducksboard. Diego, Jan y yo venimos de Barcelona, pero hemos iniciado el proyecto aquí.

Cada uno ha acabado en Madrid por distintas razones. Diego acaba de dejar Abiquo y dado que Marta se viene a Madrid a dirigir la nueva rama de SeedRocket, se ha buscado una startup interesante en la capital donde arrimar el hombro. Yo ando estancado, cansado tras años en Flumotion, mi vida en Barcelona se ha vuelto demasiado monótona, y Diego me ofrece unirme a él en la empresa donde ha empezado a colaborar. Jan también ha dejado Flumotion rumbo a Madrid porque Olga, su ahora mujer, inicia aquí nuevos estudios. Busca trabajo, y es fácil convencerle de unirse a la fiesta. Pero la cosa no sale bien, no estamos nada alineados con los mandamases, y rompemos peras en dos meses. Los tres acabamos de mudarnos a Madrid y no tenemos trabajo. La ocasión la pintan calva: es la oportunidad de crear la empresa en la que siempre hemos querido trabajar™.

La premisa: poco importa el producto, esto va de hacer lo que nos gusta con la gente que nos apetece tener de compañeros.

No exagero si digo que estos primeros meses de Ducksboard son mi mejor época profesional. Andamos en pantuflas trabajando a destajo sin jerarquías que ralenticen. Echamos todas las horas del día y buena parte de las de la noche por pura pasión. Nos hinchamos a chucherías, echamos FIFAs, celebramos cada pequeño avance como un gran logro. Somos rápidos. Jamás había trabajado tan rápido, con tantas ganas. Adoro la experiencia. Adoro trabajar en algo mío. Adoro ser mi jefe y trazar el camino. Nuestro único límite es nuestra propia ilusión, y es desmedida.

El 16 de marzo anunciamos al mundo que estamos trabajando en algo. Un simple teaser site, usando una versión rudimentaria de nuestra tecnología, muestra una timeline de Twitter actualizando en tiempo real. Los mockups de Vostok (¡mil gracias a Javier yRicardo por acompañarnos desde el principio!) y un formulario para captar mails de interesados completan el cuadro. Hacker News hace el resto.

No esperábamos portada de HN. Menos subir a las primeras posiciones. No esperábamos miles de direcciones de correo de gente interesada en el producto. Ni tener que ampliar el plan del servicio que las gestionaba hasta tres veces en menos de una hora. No esperábamos semejante respuesta. Diego apenas puede articular palabra.

La gente quiere lo que estamos construyendo, y lo quiere ya. Hemos dado con el producto, hemos dado con el público y los astros están alineados. Semejante apoyo nos reafirma y nos motiva para trabajar todavía más duro.

Vamos a lograrlo. Vamos a montar una startup tecnológica de primer nivel en España. A esto debe oler el éxito.

Logroño, febrero 2013

Logroño

Han pasado dos años desde nuestro exitoso teaser. Mucho ha cambiado desde entonces.

Hemos ampliado el equipo, de los tres fundadores iniciales, a un total de ocho empleados. Hemos levantado una celebrada ronda seed. El servicio lleva un año lanzado en producción. Ya no somos unos tipos tirando de pura ilusión en un ático. Tenemos financiación, equipo, oficina, clientes… Y responsabilidad, expectativas, nóminas y facturas que pagar… Hemos de generar negocio en torno a nuestro producto para justificar semejante despliegue.

Y no lo estamos logrando.

La acogida comercial no es la que habíamos anticipado. Ni de lejos. Mucha gente se acerca a probar Ducksboard, pero son pocos los que finalmente deciden pagar por usarlo. ¿Las razones? Muchas, las de siempre. El producto en sí, quizás demasiado genérico, poco enfocado, demasiado limitado en sus funciones. Su comercialización, ya que queriendo competir en los mismos términos que nuestros rivales más directos nos movemos en una franja de precios baja, donde los usuarios siempre quieren pagar menos, obligándonos a tener una grandísima base de clientes para ser rentables. Nuestra limitada capacidad de promocionarnos, con poco dinero y menos manos.

En fin, las cosas no están yendo bien. La motivación salvaje de los inicios se ha diluido. La velocidad de iteración con ella. Mantener software existente es mucho más costoso que desarrollarlo nuevo. Y menos divertido. Hemos probado diversas estrategias para mejorar nuestras ventas, pero ninguna parece surtir efecto.

Estamos cansados, nos sentimos derrotados. Queríamos demostrar nuestra valía. A nosotros mismos y al mundo. Y ahora mismo sentimos que le hemos fallado a mucha gente. A los inversores, a nuestros compañeros, a nosotros mismos.

La realidad de un negocio es sencilla, tajante: si no hay ingresos, no hay negocio. Si no entra dinero, tu empresa se marchita como una flor sin agua, hasta morir. Pero al menos puedes escoger cómo morir, o más bien cuándo hacerlo.

Diego y Marta acaban de tener a su chaval, Pablo. Están pasando estos primeros meses con la familia de Marta en Logroño, para tener apoyo con el nacimiento. Jan y yo hemos venido a conocerlo y aprovechando el viaje nos quedamos a trabajar una semana aquí. Hay muchos temas sobre la mesa, pero el verdadero elefante en la habitación, la razón por la que nos hemos juntado aquí lejos del resto de compañeros, no acaba de hacer acto de presencia. Nos falta valor.

Nunca es fácil pensar en el cierre de tu empresa. Cuesta deshacerse de dos años de esfuerzo así como así. Pero tampoco queremos ser uno de esos zombis que no sabe que está muerto, cuando todos los demás sí. Mejor morir con cierta dignidad. Mejor dejarlo cuando aún tienes cierto control. Marta no está de acuerdo, cree que es precipitado. Pero Diego, Jan y yo estamos muy cansados, muy desilusionados. Nada quema más que no obtener resultados por más cabezazos que te des contra la pared.

Tengo miedo de lo que venga luego. No sé cómo me adaptaré de nuevo al trabajo para un tercero. Cómo decirle a mis compañeros que esto no chuta y se acaba.

No sé cómo se despierta uno de un sueño de dos años y vuelve a su vida anterior.

Portland, mayo 2014

Hace poco más de un año estábamos hundidos en la desesperanza convencidos de cerrar la empresa, y hoy, 2 de mayo, llevamos tal cóctel de ilusión, esperanza y nervios encima que parecemos adolescentes a punto de ser desvirgados por la chica cañón de la clase.

La vida da muchas vueltas.

Dos factores clave en la recuperación de la confianza. Primero, y lo que nos sacó del pozo, el apoyo de algunos de nuestros inversores. El retorno de la moral se la debemos al respaldo y los consejos de Rubén, Juan Luis, y sobre todo, Walter. Sin la operación de rescate anímico orquestada por Walter, no hubiésemos salido del fango. Nos hicieron entender que nuestros números no eran ni de lejos lo malos que creíamos que eran y vimos la luz. Gracias siempre, Walter. El espaldarazo inversor final nos lo dieron “losKibos“, Javier y Aquilino, que decidieron seguir confiando en nosotros liderando una segunda ronda cuando las cosas no pintaban tan bien. Nuestros socios tiraron de nosotros hacia arriba, y de que manera.

El segundo componente de la recuperación es la nueva versión del producto en que nos volcamos en serio a finales de 2013. Llevo meses, desde agosto, currando en un prototipo que trata de solventar muchas de las limitaciones de diseño del software original, y añade gracias a ello nuevas características muy potentes. Alcanzada la madurez suficiente, ponemos a todo el equipo a trabajar en la reescritura. Como decía, trabajar en software nuevo motiva mucho más que mantener algo antiguo. El equipo se reactiva, recuperamos velocidad, el ambiente en la oficina cambia. Empieza la era de la v2. Estamos enchufados. Otra vez, por fin.

Y del mismo modo que las malas noticias nunca vienen solas, parece que las buenas también gustan de ir de la mano.

Como colaboradores de New Relic (somos integradores de su API como de tantas otras), recibimos una notificación de que van a lanzar una beta de su nuevo servicio, Insights, donde nos animan a desarrollar una integración para el mismo. Nos dan acceso a la beta privada que poca gente ha visto. La idea es prometedora, almacenar trillones de datos, ofrecer la capacidad de consultarlos de manera flexible (con una variante de SQL) y visualizar los resultados creando gráficas organizadas en widgets y dashboards. Hay mucho en común en esta visión con lo que tratamos de crear con Ducksboard, así que nos despierta mucha curiosidad.

Echando un ojo a la beta, me viene una idea loca a la cabeza, que comparto en la oficina en voz alta. Insights tiene un backend potentísimo, pero el frontend todavía está verde. Nuestra v2 podría ser un frontend ideal para el producto. Llego a bromear sobre el asunto: deberíamos escribir al CEO de New Relic para ofrecer nuestros servicios. Por suerte Diego y Pierre son gente con más olfato para la oportunidad que un servidor, y coinciden en que, lejos de un chiste, es algo que debemos hacer. Dicho y hecho, hay que ser atrevidos, envíamos ese mail. De CEO a CEO, “creemos que podemos ayudar”. Total, no se pierde nada por probar, y si les interesa, son gente con la que nos encantaría trabajar.

Lo siguiente es toda una cadena de conversaciones que dábamos por imposibles pero que no dejan de sucederse. El CEO nos responde que deberíamos hablar con su VP de Producto. Tras una charla con Diego donde la coincidencia de visiones se hace patente, nos pasan con el Corp Dev. Este último organiza más reuniones con otros directivos. Hablamos y hablamos de lo que estamos construyendo, de lo que pretendemos construir. Parece que todo empieza a encajar, demasiado bien incluso. Sólo hay una manera de saber cuan bien: visitar las oficinas de New Relic en Portland, presentarnos como equipo, y presentar nuestro producto. Y allí que vamos.

Los fundadores tenemos claro lo que nos jugamos en esa reunión con la plana mayor (el resto de compañeros, menos Pierre, no están al corriente de todas estas conversaciones). No hemos creado un gran negocio, pero creemos que sí un producto con un gran potencial, y podemos darle mucha más salida dentro de una organización potente como New Relic. Si les enamoramos y deciden adquirirnos, Ducksboard puede tener un futuro brillante por delante. Si no, se nos acaban las oportunidades. Nuestros socios nos sacaron una vez del atolladero, pero no podemos vivir exclusivamente de su fe. Esta es la reunión más importante que Diego, Jan y yo hemos tenido. Y eso impone.

Allí nos sentamos con gente del más alto nivel en la organización. Senior VPs, VPs, Leads, etc… Rompemos el hielo hablando de fútbol (ellos mismos bromean, “en esta sala están los dos únicos aficionados al fútbol de todo Portland”). Son varias horas de reunión. Quiénes somos, qué hacemos, cómo. Demostración de nuestra v2 en su estado actual. Preguntas, muchas preguntas. Tenemos respuesta para todo, nos hemos preparado bien. La demo sale redonda y les deja gratamente sorprendidos, el feeling es inmejorable.

Nos llevan a comer y seguimos charlando. Cada vez es más patente su interés, le ven sentido a todo esto, les gustamos. Hay dudas sobre nuestra situación geográfica, pero estamos tremendamente alineados. Buscaremos soluciones, somos flexibles, haremos que funcione. Ellos buscan gente que pueda crear productos en el mercado de análisis de datos. Nosotros a quién pueda vender nuestro software. Todo encaja. Al final, es un día redondo. Salimos de allí exultantes, convencidos de haber dado el máximo, orgullosos de nuestro rendimiento.

Todavía han de pasar meses de conversaciones, negociaciones, tensiones y mucho, mucho trabajo. Además de una firma de las que da para post propio. Pero la realidad es que ese 2 de mayo en Portland, Ducksboard enamoró y se enamoró. El pato echó finalmente a volar. Y sólo el tiempo dirá cuan alto.

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